jueves, noviembre 18, 2004

La Cruz de Fantasía


El primer cambio de luces lo tuve en una veraniega feria artesanal. Un chico punk vendía crucecitas, caracolitos, pajaritos bañados en oro. Tenía los ojos azules impresionantes, y yo que no veo como el “doggy” quedé deslumbrada. La playa del quisco se limitaba a ir del Mampato a la susodicha choza de paja. Obviamente le compré una cadenita para mi mamá, que por vez primera, también, me dejaba salir sola de vacaciones con la familia de mi yunta de entonces. Fue todo un hito en mi pre-pubertad cuando el chico anarco me pidió el teléfono, y me prometió ir a verme a Stgo, o hablarme o escribir. Como fuera quería volver a ver la tirita del sostén fucsia. El asunto es que las vacaciones se acabaron y entré a la infernal rutina del colegio. Se prendía la tele sola a las 7 y sonaban los malditos que cantaban “conseguir la medicina”. Odio esa canción. En fin, llegó abril, celebré mi cumpleaños y después de un par de días, llamó el adán perforado y acrílico. Quedamos en juntarnos en Plaza Italia, pero cachando que yo no sabia tomar ni una micro, tenía que venir a mi casa. Tenía planeado atenderle solamente en la escalera del edificio, pues mamá no conocía la historia. Llegó con una pinta absolutamente parafernálica, con su rostro y un mohicano amarillo, con un nuevo aro en la tetilla y con un tatuaje en pleno pecho desinflado. Estoy segura que mi mamá estuvo todo el rato detrás de la puerta escuchando la historia de padres separados, de sus hermanas casadas, de sus 22 años frustrados por el sistema. Yo no entendí eso del sistema, creía que hablaba de la micros, de los pagos de las cuentas, a lo más de su negocio de fina copia de joyería. Y tampoco le pregunté. El motivo de la visita era despedirse de mi, dejar un buen recuerdo, verme el tirante y a la vez venderme una cadenita. Tenía sida y la tri-terapia era exorbitantemente cara. Quería conseguir su medicina tal como los tetas cantaban al alba. Para que decir, que en octavo no tenia idea de qué era eso. Y por suerte sólo dejé ver la tirita. Le compré la cadenita para que cada uno quedara feliz, y después de eso no supe nada más. Hasta la semana pasada, que entre cambio de casa y floreros empapelados, leí su aviso funerario. El chico punk había muerto vendiendo cadenas en la calle, y su grupo de música publicaba la defunción. Me toqué el cuello y tragué saliva, ya no tengo ni cadena ni nada, me la robó un rapero en el paseo ahumada. Sólo me quedó un pedazo de diario que me recuerda que aquel chico buscaba con sus joyas de fantasías, la tirita veraniega de la primera vez, que habría sido su última. Posted by Hello

2 comentarios:

ultra dijo...

Que tragicas y bellas palabras!!!!!!!!!!!!!!!!
Una vez mas lograste conmoverme. El nudo en la garganta.
Tantos seres, tantas vidas y tantas desapariciones. Todos perdidos.
Una vez comoci un EL que tambien hablaba de sistemas. Yo encontraba su discurso irreal, valido desde su mirada [alterada de conciencia]. Ese EL me movio el piso cuando dejo TODO un dia cualquiera. Su vida de niño bien en un exclusiva comunidad de aca en Antofagasta. Se fue en busca de sus ideales que planteaba en el discurso. Se fue lejos. Para construir con sus propias manos sus pensamientos...
Tiempo despues supe de El.
Carcomido por la neumonia y la mal nutricion, volvio a la casa. A la de sus padres Bien. La busqueda termino por perderlo.
Cuesta vivir de ideales en un mundo tan terrenal.
Cuesta construir sueños en un mundo material.
Me dijo una vez un amigo... No hay que vivir de sueños. Hay que trabajar por los sueños.
Y es harta pega. A trabajar entonces.
Vuelvo a decir, hermoso post.
Te dejo un besote.

Roberto Arancibia dijo...

Terrible historia Cloe, trágica y bella.
Y debo agregar que bien contada.

Así se arma todo, de historias, recuerdos, caras, palabras, cruces.