lunes, julio 18, 2011

piedra xxxvi


La piel rosada se me orilla por la boca. Dorado el pelo, un jugo caliente. Muerdo su cuerpo. Alumbrado el valle y el rio, un pálpito con alma o una alegria estalla en el pecho, quizá un lugar. El rostro húmedo se pega a las mantas. La brisa y un limonero parten al durazno y su partición. Entre valle y cordillera vengo colgándome por las ramas de la boca.