jueves, mayo 22, 2008

Cacofonías.-

Pic: Plastic_Trees


Cacofonías


No me importa el juramento que te di.
Belinda. Bella Traición

Por Andrea Ocampo

Esta insistencia me despedaza. Descalzada de tu figura nombro otra vez. Mas –ayer- todas las cosas serían entrañables. Los cuerpos han perdido la gloria. Me has robado la excavadora de los ojos y esas redondas mañas. ¿Cual es la diferencia entre mi recuerdo y tus fotos? No se puede asomar el asombro ¡El silencio más absoluto! La memoria inconfundible con tu rostro. Esta pérdida inútil, tu violencia. O nuestro cuerpo tan mal adecuado. Estimada: Inclinada destituyo esta sospecha. ¿Es posible reescribir las grietas de estos dedos? Quizás un ¿Cómo estas sin mi?

Me tienen prohibido recordar. La acción debe ser presente. Nada de gerundios, participios, cacocofonías, paraguas negros. Eres la forma uno, la letra a de mi nombre: un final apresurado en las vaciedades de la herencia. El puente de huérfanos donde sale la Miriam Hernández. O no me van a decir que se saben la letra del hombre que yo amo. ¡Suéltenme! Dedos recorren los sonidos y me escucho: pegada a mis vocales. Repetirlo dos, tres, nueve veces. No es tu nombre sino el emblema. Ese lugar que sitié al séptimo mes de tus blancas astucias en mi cintura. Pero confía, guardo esas soledades que entretejían nuestros juguetes de plástico. Ojalá pudiera tener la piel fucsia y brillante como ese rompecabezas inflable que me borraste. Cierro los ojos. Atravieso la superficie lisa y espectacular de estas piezas, la insistencia de los huecos y el aire. Sueño constantemente con eso, con el estar pegada y con que tú no digas, eso es más. Ordena: el pan caliente que pedí a hurtadillas de las prohibiciones médicas, las bolsas de metal en el suelo, las gelatinas duras en mi boca –siempre morada, o las paredes rayadas. Aquellos saltos mortales de las prótesis bucales que conjugan las rodillas rasmilladas y los besos de amor. Mal (dados), los de amor.

Contigo –en absoluto- aprendí a gatear, pues los gestos serían radicales: caminar a dos pies y zapatos cruzados. La verdad debe caminar con un sólo pie, me enseñaste. Y yo ando a dos, siempre a dos. Golpeo una y otra vez la puerta cerrada. Respondo con luces navideñas y las ansias desmesuradas por ese saber pagano. Grita, grita y así yo arremeto contra los vecinos de nuestras imágenes, los testigos directos, las herramientas de constatación más cercanas a las rejas de nuestro pegoteo. El calor se acumula en los párpados ¿Te puedo hacer una confesión? El corazón de algodón –sin alcohol- y la llave del libro por-venir. Tienes que ver más allá: los autos brillan, sólo ve los brillos, las luces y la luna la sigue. Enmascarada tras los barrotes lloras y pides mi auxilio (o quizás no). Siempre has sido tan inoportuna ¡Cochino, caca, lávate, sale! La piel macabra de nuestros niños que te acorralan aquí en medio. Juego con tu pelo y consuelo las muñecas que me has desnucado. Soy la niña. Eres tan dramática mi caribeña made in mademsa: déjame tranquila.


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