El movimiento imposible imágenes lanza. Del escozor y sus ranuras, dobleces sobrevalorados, a rojas fundas en sus prótesis y lenguas. El brillo me retiene. Saboreo con los ojos. Nada guardado queda en la superficie, acaso piel. Las palideces contrastan doradas con mis vellosidades. Marrón el deseo o quizá engaño, palpo los horizontes de una estructura demasiado animal para volverse cuerpo.
Veo como la tierra se ahueca y cede ante mis pies. El horror de la historia y sus líquidos convergen. Brumas, soles, rocas vírgenes que vírgenes exigimos. Ellos devuelven ácido. Son sin rostro son, pero el nombre afirman quienes siguen nuestro alarido. No hay choque, sólo detención. Coordinar es lo difícil. Calzo la cabeza entre las rodillas y rezo a quien no tiene coro ni altar. Cientos de pasos que se enlodan distantes. En las rodillas repletas caen mojados los panfletos de la muerte. Rutas retornan cansadas al cuerpo mal oliente, sin futuro. No hay palabra que mantenga la tierra humedecida.
Recorriendo la costanera, su paso lento se detuvo en picada, lento el cuerpo bajó su nombre, el puente, la sonrisa marchita del agua. Insolada rompe la sombra su ritmo, la calle, sus ocres, el nauseabundo hedor de las rendijas se abren. El neón de la ciudad dobla la esquina, esconde la cojera.
Desde hace dos años que estamos preparando esta publicación sobre arte jóven chileno. La única vitrina escrita por y para jóvenes. Tiene secciones de plástica, literatura, moda, música y todos los mixes y desgéneros artísticos. Si la ven en las librerías cómprela y quiébrese. Nosotros ya lo hacemos.