domingo, noviembre 26, 2006

Mala Memoria .-

Pic: [ cheloko0 ]

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Mala Memoria (*)
“Es probable que hoy en día
el objetivo más importante
no sea descubrir qué somos
sino rehusarnos a lo que somos.”
M. Foucault. El Sujeto y el Poder.
Por A. Ocampo
Debajo la cama tengo una caja de zapatos con fotos, anuarios, esquelas y pedazos de las cosas que he vivido. Pero en verdad, esos papeles no convencen a nadie. Las imágenes realmente comprometedoras, y que decodifican mi esqueleto, viven sólo en mi mala memoria. Olvido todo lo importante. Y lo que recuerdo siempre es secreto. Como el día en que el tío-buena-onda tocaba a mi hermana frente a mí y yo no me moví ni reaccioné: escondí la cabeza en la cama del frente y me hice la dormida.

A este error de impresiones sensibles se le suman los flashes recopilados por otros. Retazos que -como collage o antología- arman el rompe-cabezas de mi mundo privado, dejando en duda si en realidad yo soy quien hizo tal o cual escándalo. Como cuando mi abuela cuenta que -cuando esta niñita era una mocosa de jardín infantil- no almorzaba con mis compañeritos porque me quedaba llorando y alegando que “la comida tenía pelos”, que tampoco dejaba que ellos se me acercaran, ni tocaran; que me hacían dormir la siesta aislada de mi curso (en la oficina de la directora) porque “todo era muy hediondo”. Supuestamente yo no jugaba con greda, no usaba colafría sino el –en ese entonces- carísimo stickfix, ni me metía dentro de la arena del refalín. Yo sólo comía chocolate con papel y humillaba a Emilio -mi primer vecino y pretendiente- por tener el pelo y la piel oscura. Puntualmente, hacía que me diera su colación, que me empujara en el columpio, que me lustrara los “calpany” con su cotona y una serie de minucias más.

Sé que hice echar a más de doce nanas. Escondida detrás de la vitrola de mi abuela, me tomé diez yogurt de frutilla, no “se los llevó la nana a su casa”. Yo llamé al fono-horóscopo, no la nana-María. Yo robé un billete de diez mil pesos y enterré tres juegos de llaves en el patio, no las nanas. Es más, ellas nunca me insultaron, pegaron, ni encerraron dentro del baño. Mi vida giraba entorno a un carrusel de viejas suplantadoras de mamá, viejas que no se sorprendían de que, cuando jugaba con mis vecinos, siempre resultara ganadora; y no precisamente por tener buena suerte. Está demás decir que el complejo-tajo-pirata de la cara de mi prima mayor se lo hice yo -con un tarro de Leche Nido-, no “la casualidad”.

Cuando me bañaba con mi papá en la ducha siempre le miraba su cosa. Cuando mi mamá me reprendía por insolente, yo pensaba en su muerte y, antes de que ella perdiera a su tercer hijo, yo rezaba en las noches para que nunca naciera: no quería compartir la pieza ni el amor. En navidad levantaba el teléfono del segundo piso y me hacía pasar por el viejo pascuero con mi hermana. Siempre me gustó el primo de mi papá, por eso me subía en sus piernas y le lanzaba el gato-arañador a su novia. Cuando mis papás se separaron yo sólo pensé en los regalos multiplicados para mis cumpleaños.

Me siento extrañamente feliz en las carnicerías, a pesar de que no aguanto las cirugías televisadas. Para hacer la primera comunión debí confesarme, y como no tenía nada que confesar, mentí sobre mis mentiras y el cura absolvió mis pecados. Los retiros espirituales de mi colegio sólo me sirvieron para llorar la muerte de mi perro, que aún está vivo. Me metí sucesivas veces con un profesor y su anillo de recién-casado. Mis mejores amigos siempre van cambiando, y no es debido a una diferencia de opinión o a una incompatibilidad de caracteres, sino pregúntenle al novio de la que fue mi yunta del colegio. Me alojé varias veces en la casa de una chica que me tocaba mientras dormía. El año nuevo del ‘98 un chascón metalero me desvirgó sin preguntar.

Odio las guaguas. Odio los gatos. Odio los pepinos. Nunca aprendí a hablar en serio sin llorar. Mi ‘primer chico’ nunca supo que inauguraba tendencia. Elijo los libros por las tapas. Aún leo mi horóscopo. Canto canciones en inglés que no entiendo. Cuando bebo más de tres vasos de “loquesea” inmediatamente me saco la cresta. Mi rubio no es natural, es russio. Tengo un lunar en el mentón del cual siempre emerge un pelo negro. En las noches me apellido Onanista y siempre termino con la boca abierta. Mi mejor amiga aún es virgen. Nunca me han dicho “te amo”. Cuando mis papás estaban juntos contaba las veces en que sonaba el somiére: el promedio era de 50 veces por noche. Mi abuela habla mal de sus hermanas y las hermanas de mi abuela hablan mal de ella. El padre de mis primos perteneció a un grupo nazi y mi familia sólo quiere que (ya) no sea familia.

Soy feliz con unas manos masculinas limpias. Amo que me langueteen las orejas. Necesito oler al otro para saber que existe. La felicidad es abrazar al tipo con quien acabas de acabar. No aguanto las personas con aliento a viejo. Cuando amo me escapo y cuando me aman también. Me he enamorado una sola vez. Tres veces he fingido orgasmos. Adrede he dejado ropa en casas ajenas. No me sé mis números de teléfono. Tengo vocación de detective. Antes de dormir tengo que escuchar una canción cebolla; cuando no lo hago tengo pesadillas. Mis pesadillas siempre refieren a que alguien ha muerto y yo corro sin moverme. Mis sueños placenteros siempre son sexuales. Más de alguna vez me he arrepentido de no haberme tirado a ese compañero. Todo hombre que sobrepasa los quince segundos frente a mi ya ha sido imaginado en pelotas.

No entiendo a las personas que se van sin despedida o aquellas que se inventan fantasmas para vivir. No sé cual es la diferencia entre imaginar y vivir o recordar y creer. Tampoco sé guardar secretos ajenos y los propios me cuestan esta mala memoria; que no lo es tanto.


(*) Columna en (De)Construcción -según la cursividad del lector-.

martes, noviembre 14, 2006

Ropa .-

Pic: [ flashboy ]

Ropa

Total, nadie lo va a notar.
Babasónicos


hoy
siempre duelo después
cuando el silencio se hace cuerpo
en el decreto de tu hombro-nombre
rico bello verde rey sol pajero pajarero solo.

duele el deseo desde después
en que el tiempo del desde es el hacer
el facturar la obra de un cuero blando, suelto, oscuro, caliente
que no sufre / sube sino que place cerca sin frontera.

siempre duelo en ti / cuando vuelves
en eso que está resuelto en las ojeras de tus años
en las sopa instantánea de tu jugo
en las canas de tus ganas y en tu panza internacional.

si no es ahora será después / papá
que dueles siempre y después / de la línea-eje-tacha-ojo
del equilibrio amarillo de un “y/o”
que pena en medio de mi
desde que prometes meter en la muda del hoy el ayer.

aqui
voy empezando a hacer / doler / moler historia
al sacarte de encima la otra
ropa.
A. Ocampo

miércoles, noviembre 01, 2006

Contingente .-

Pic: [ zerkalo ]
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Contingente

En la eventualidad de tu letra
y de mi sangre
renacen de tu oreja y mi ombligo
el hijo no hijo
con la hija no hija
de pares ausentes
en lo contingente
que puede / que no
de mi singularidad
presente.
A. Ocampo