jueves, febrero 02, 2012

de espaldas


Sólo puedo trabajar de noche. Ese es un gran problema: los horarios, las temperaturas, la loza que se acumula, el aseo, ir donde mi abuela a lavar la ropa sucia. Llegan las 11 p.m. y recién la ciudad se calma. El cerro se prende y hay silencio, la gente se guarda, el pasillo del edificio desaparece. No hay más ruidos fuera de mi. Cambié incluso la orientación del escritorio. Ahora, escribo de espaldas al pasillo; sólo nos separa una ventana sin cortinas. Quien entre o salga de este piso me verá escribiendo, puede compartir conmigo estas palabras.

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